6 de febrero de 2020

miguel ángel de quevedo

han sido días buenos

me subí al camión de regreso a casa y enseguida identifiqué el olor a cerveza caliente (uno de mis olores favoritos, perdón). había una chica y un chico que venían tomándose una tecate en los asientos de en medio. 20 años o menos, con sueños y esperanzas or whatever. el chico era un tipo regular, delgado y guapo, usaba gorra y una camiseta con estampado de moda, probablemente comprada en cuidado con el perro or whatever. claro que le inventé una historia: trabaja en el centro, en bolívar, en las tiendas de música. es listo pero desmadroso y holgazán. interesante, pero patán, de seguro. la chica era una diosa egipcia. traía un delineado negro que cortaba, bien marcado. labios pintados de negro, súper gótico. pestañas postizas y pesadas. cabello negro y muy lacio. piel morena y pareja sin daños por el sol. fleco recto. era actriz. la escuché hablando de teatro. venía hablando de david mamet. hablaba de lo que puedes hacer con tu cuerpo en el escenario, de los sentimientos, de la fuerza, de la voz. no sé nada de eso así que sonaba cursi e ingenuo pero estoy segura de que era sólo la señora en mí quien la juzgó de esa manera porque también me dio la impresión de que era verídico y anecdótico y que estaba contando algo que conocía muy bien. no lo dijeron pero supuse que se dirigían al centro porque no se les veía prisa por bajarse. por la manera en que hablaban, también supuse que no eran novios, había interés pero no tensión sexual. no eran sólo amigos, pero eran camaradas. se estaban contando sus historias. hacían ademanes y no hablaban muy fuerte a pesar de estar obviamente alcoholizados. a mitad del camino (mi camino) se movieron de lugar porque les daba el sol de ese lado. se reían. me trajo nostalgia por la juventud que no tuve. yo nunca nunca he tomado alcohol en el transporte público. y ya no podría pero no importa porque ya no quiero.

no te tengo

y ya no podría pero no importa porque ya no quiero.





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