9 de julio de 2011

carta.


Te estoy  escribiendo esta  carta aprovechando que has ido a comprar unas Coca-Colas. Es la primera vez en mi vida que le escribo una carta a alguien que está sentado en un banco a mi lado. Pero es la única manera que he encontrado para comunicarme contigo. Porque apenas escuchas lo que digo, ¿no es cierto?.
Hoy me has hecho algo terrible. No te has dado cuenta siquiera de que me he cambiado el peinado, ¿verdad? Después del el tiempo que he tardado en dejarme crecer el pelo, a finales de la semana pasada por fin logré hacerme un peinado más o menos femenino. Pero tú no te has dado cuenta. Y yo que pensaba que estaba bastante mona y que, después de estar tanto tiempo sin vernos, te sorprenderías…, pero no te has fijado. Esto es el colmo, ¿no crees? Quizás  no recuerdes qué ropa llevaba puesta. Yo soy una chica. Por más cosas que tengas en la cabeza, ¡Podrías presentarme un poco más de atención! Hubiera bastado con una frase de estilo: “Te sienta bien este peinado”. Te hubiera perdonado que fueras a la tuya, que pensaras en qué sé yo.
Por esto, te he dicho una mentira. No es cierto que haya quedado con mi hermana en Ginza. Hoy pensaba pasar la noche en tu casa. Dentro del bolso llevo el pijama y el cepillo de dientes. ¡Ja, ja, ja! Parezco idiota. Si no me has invitado… En fin, te importo un rábano y, por lo visto, quieres estar solo, así que te dejaré en paz. Quémate las cejas pensando en lo que te dé la gana.
No creas que estoy enfadada contigo. Sólo estoy triste. Porque tú has sido muy amable conmigo y, a cambio, no he sabido ayudarte. Tú siempre estás encerrado en tu mundo y, cuando llamo a la puerta, “toc toc”, te limitas a levantar la cabeza antes de volver a encerrarte.
Ahora te acercas con las Coca-Colas. Parece que tengas la cabeza en las nubes. He deseado que tropezaras, pero no te has caído. Ahora acabas de sentarte a mi lado, te estás bebiendo la  Coca-Cola  a sorbos. Deseaba que al volver hubieras caído en la cuenta y al fin me dijeras: “¡Anda,  pero si te has cambiado el peinado!”. Pero no ha habido  suerte. Si te hubieras fijado, hubiera roto esta carta y hubiera dicho: “Vámonos a tu casa. Te haré una buena cena. Y luego nos iremos a la  cama los dos muy juntitos”. Pero  eres tan insensible como una plancha de hierro.
Adiós.
P.D. A partir de ahora, aunque me veas en clase, haz el favor de no dirigirme la palabra. 

2 comentarios:

Zarzoza dijo...

Cosas que pasan siempre :C

Magrathea. dijo...

La historia de mi vida.