18 de febrero de 2010

querido diario



Mi día fue muy extremoso. Comenzó bello. Tenía una sola clase y no demasiado temprano, así que me di chance de pasar cinco minutos más en cama y escoger con dedicación mi outfit (blusa azul de manga larga, un suéter guindo de rayas, pantalón de mezclilla y botas, mi gabardina y mi bufanda amarillita). Cuando salí el día estaba claro, tomé el camión y pagué con el cambio exacto. Vivo en San Nicolás, por donde se junta con Apodaca, y desde esta posición se tiene una vista bonita de las montañas. Mi parte favorita es cuando el camión va por Rómulo Garza y la Sierra se ve muy larga y el Cerro se ve muy alto. En fin, en la mañana iba apreciando esta vista y creo que de todas partes del área metropolitana se puede tener una vista privilegiada de los cerros y montañas, y eso es lo que más me gusta. Nunca he decidido si Monterrey es una ciudad en la que valga la pena vivir, pero últimamente por fin le estoy agarrando cariño, de hecho desde hace unos dos años cuando me di cuenta de que el centro era bello bello, por ahí por donde están los museos, sobre todo al atardecer. El cielo en la mañana se veía bonito, nublado pero muy claro y frío. Tengo la teoría de que cuando hace frío todo se ve más nítido y con más color. Algo así se veía. Como sea, cuando llegué a la facultad se había puesto un poco más frío y corrí al salón pues iba diez minutos tarde y el maestro había dicho que iba a poner Los puentes de Madison, película que me gusta por romanticona y dramática, y además Meryl Streep se me hace tan pero tan hermosa y tan perfecta, es la segunda señora más bella, después de mi madre. Sí llegué un poquito empezada la película y me senté en un lugar incómodo pero vi las partes bonitas y en lo demás me dormí. Creo que ya dije que me deprime y enoja la clase de los jueves porque el maestro está empeñado en convencernos de que el matrimonio es un caso perdido y que el amor no existe etc. etc. Gracias a él, la película me deprimió en vez de conmoverme o lo que sea. Al terminar la clase salí corriendo del salón porque me sentía terrible, física y psicológicamente, y me dolía la cabeza. Afuera hacía aire muy frío y llovía. Lo bueno que traía mi gabardina, pero me enfrié como quiera. No me quedé para nada a la escuela, eran las 11:30 masomenos, corrí a casa. Los camiones tardaron demasiado en pasar y yo sintiéndome cada vez peor, peor, teniendo pensamientos paranoicos. Caminaba como si alguien me estuviera persiguiendo, y yo pensaba que me perseguía el frío para no ir más allá de mi imaginación. Mis botas tienen agujeros en los talones y el agua entraba, que desgracia, me enfermaré, pensaba yo. Y encima el frío me perseguía, empecé a asustarme, quería escapar, quería esconderme, y corría y corría. Me tapé con la gorra de la gabardina para que no me viera, pero me tapaba la visión. Casi me atropellan cuatro veces por eso. Y cuando caminaba por una banqueta, me golpeé con la rama de un árbol que no había visto. Corría muy asustada, quería escapar. De nada o de todo. Sólo quería llegar a mi casa, ya ni sabía, había tomado la calle equivocada, me perdí, y corría y corría. Ya me había mojado los pies en los charcos, y el frío me seguía. Corrí un poco más, muy cansada y helada. Llegué a casa. Agotada. Asustada. Comí caldito de pollo. Me quedé dormida. La siesta me hizo bien, me despejó la mente y el dolor de cabeza, pero me sentía muy pesada. Jamás me voy a levantar de la cama, pensé, me quedaré viendo el techo para siempre y me convertiré en ostra.



2 comentarios:

Letty g. dijo...

quisiera saber de que profesor hablas...

zeltzin dijo...

el que nos daba ética de la profesión o una tontería así. no me acuerdo si estabas en esa clase, creo que sí pero nunca íbamos jiji.