un sábado de esos en los que puedo prender el abanico de techo y con eso basta hasta que salga el sol de mediodía. bonito. me despierto otra vez como la misma persona que todos me cuentan que soy, otra vez. casi espero despertarme en forma de bicho, de lo rara que me siento, pero las cosas difícilmente cambian. en la computadora busco muchachas argentinas de las que estaba enamorada cuando era muy joven, pero me detengo por miedo a descubrir que son más bellas y felices ahora, y yo probablemente no. y ya, ése es mi límite adverbial. en días así me dan ganas de leer antes de que haga demasiado calor pero soy floja y ya es tarde y escucho la misma música de siempre. según mi cuenta de last.fm el track no. 10,000 en mi lista de reproducción es de Joaquín Sabina, lo que debe ser, no digo que un error, pero sí un accidente. o algo así. no puedo decir que no me gusta, aunque no tiene nada de malo. la canción, por razones que no puedo explicar, no la soporto. no, no, no. no estoy aburrida. momentos así son el entretenimiento de mi vida adulta. a saber. no queda pero siempre he querido decir a saber: sentarme, prender el abanico, leer y aburrirme y luego poner una película. todo mientras tomo licuado de mango. creo que me quedo con el ridículo nombre del blog porque me siento un poquito triste de no ser la que todos me cuentan que era antes y pues son cosas con las que te quedas. estoy leyendo o intentando leer un libro bastante aburrido pero no voy a decir cuál es porque tengo miedo de que me juzgues.
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