2 de febrero de 2011

Historia de cómo un renacuajo me rompió el corazón






I
Cuando en la escuela hacemos formación para honores, los primeros niños de la fila me dan la mano y así me los llevo, agarraditos. Érase una vez, hace mucho mucho tiempo, no me gustaba tocar a las personas y prefería que ellas tampoco lo hicieran. Me era físicamente imposible dar un abrazo propio incluso a mis personas más cercanas. Por supuesto que poquito a poquito se me fue quitando el miedo (creo que eso era lo que tenía) y ya puedo dar apretones de mano a extraños.

El lunes pasado, el niño más chiquito del grupo me dijo: "No miss, ya estoy grande, ya no estoy para que me agarre la mano". Y esa es la historia de cómo un renacuajo me rompió el corazón.






























II
A veces me imagino cómo sería vivir adentro de tu cabeza. Trato de adivinar si sabes de mi presencia. Si te das cuenta que está llena de cosas, que parece desván y está empolvado.Y no me muevo, para no hacer ruido ni sombras (que son las que ves a veces). Me llevo un abanico porque hace calor.

No es verdad que yo quiera a demasiadas personas, tanto como que quieres a las personas equivocadas.















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