12 de diciembre de 2018

basílica

I.
cada vez que pienso en temblores deseo que no me cache uno desnuda o borracha o llorando. las primeras dos por obvias razones, la otra es porque odio que se me interrumpa el llanto. también pienso: ojalá que no se rompan mis ventanas. eso sería una desgracia.

II.
me la paso esperando como si hubiera una cuenta regresiva cuya culminación designara un final o un inicio. un cambio. pero no la hay. soy conocida por quedarme en situaciones más de la cuenta por no saber avanzar (o retroceder, moverme). en todo me quedo más de lo debido: amistades (que también se acaban y se renuevan, no se engañen), noviazgos, casas, ciudades, personas, trabajos, fiestas, afters. no sé fluir, ¿qué es eso? no sé avanzar. y lo feo es que me harto o se hartan los demás y termina mal la cosa. me gustaría mucho poder decirte, cuando llegues a casa, que el juego se me fue de las manos. me gustaría que llegaras a casa. en realidad me gustaría que nunca te fueras pero no puedo pedirte eso.

III.
cada vez que pienso en tu centro, tiembla. esas cosas que ya tienes sembradas yo no las puedo arrancar. no quiero hacerlo ¿para qué? perdón por mentir al respecto. perdón por rechazar tu ofrenda. perdón por sacudir tu suelo. perdón por no ser lo que quieres que sea. perdón por esperar de ti. perdón por no ir. perdón por no estar. perdón por no pedirte más. perdón por no darte más. perdón por no herirte menos.

No hay comentarios: