28 de septiembre de 2016

panteón del xoco





me pasó algo hoy cuando regresaba a casa. primero, quiero decir que estos días han sido físicamente dolorosos. hoy es miércoles y llevaba dos días sin comer hasta que finalmente ayer pude tragarme un horroroso y enorme plato de pasta que me preparé yo misma pues no había nada más. tampoco había dormido así que puede que mi cerebro no estuviera del todo despierto. hoy estuvo nublado, lluvioso y frío. mi clima favorito y un clima que le va tan bien a la ciudad de méxico si decides ignorar las inundaciones y el tráfico. en días como estos me siento estúpida de lo triste que me pongo, así cliché mal pedo: me encierro en mi cuarto con una taza de té (jamás tomo té) a mirar por la ventana de mi departamento (que tiene una preciosa vista al muro del edificio vecino). hay tres rutas para llegar a casa del trabajo, una es rápida y práctica pues consiste en tomar un camión que se va todo universidad y tan tan. otra es tomar el metro que es más fácil si tienes ganas de pelear por oxígeno. la última es la ruta panorámica pues es un camión que se mete por la colonia del carmen por calles bonitas y casi nunca va lleno pero se tarda un poco en pasar. amo la última opción porque, claro, antes muerta que práctica y razonable. pero hoy me sentía mal, quería estar sentada, de preferencia dormida, no quería escuchar tantos claxons, quería ver calles bonitas, okay? tomé el camión, había olvidado mis audífonos así que no tenía manera de escuchar música. no pude cerrar los ojos a pesar de estar cansada así que iba viendo por la ventana pensando tonterías. venía pensando en la probabilidad de seguir una línea de trabajo que no requiriera que yo estuviese del todo sana, un lugar donde pudiera trabajar siendo la bolsa moscosa de humanidad que soy. venía pensando en D. venía pensando en mamá. muchas cosas muy random que no tenían conexión entre sí. venía viendo a la gente e inventándoles historias. a dónde iban, de dónde venían, dónde había comprado esa blusa que la hacía verse tan bonita. de vez en cuando me topaba con recuerdos vergonzosos y angustiosos del pasado y me hacían decir "chin" en voz alta. no sé por qué cuento todas estas cosas si ni tienen relación con lo que me pasó. pasamos por debajo de un puente y se oscureció todo y en seguida se volvió a iluminar con esa luz super clara de un día que declara "sí estoy nublado pero no gris". entonces, con ese golpe de luz, me pasó algo. me dolieron los ojos y luego la cabeza. el camión venía casi vacío y se subió una señora con una voz rara, muy ronca. le dijo algo al chofer pero no le entendí y recuerdo que pensé que hablaba raro. se subieron otras dos señoras más jóvenes e iban platicando entre sí. empecé a escuchar su plática pero no distinguía sus palabras. sonaban como balbuceos. pensé que me estaba quedando dormida pero no. pensé que ellas estaban mal pero nadie parecía notarlo. balbuceaban. blurblurblurlburburbur. pero era un balbuceo estructurado, tenían orden, secuencia, eran palabras. pensé que era otro idioma, pero de verdad no sonaban a palabras. burburburuburblurblarblar. no tenía un acento, tampoco. estaba confundida. el camión avanzó otro poco y se subió otro señor y le dijo algo al chofer en el mismo balbuceo. blurblur. luego otra persona. blurblur. todos estaban balbuceando. blurlburburburbarblarbur. empecé a asustarme, a tocarme la cara y la cabeza como para asegurarme de que no estaba dormida. noté que el movimiento de su boca encajaba con sus palabras inventadas. una vez fui a alemania y se sentía bien feo no entender nada de lo que nadie hablaba y es algo que casi nunca siento porque soy bien políglota y así, pero no hablo alemán ni idiomas inventados como éste. consideré estar drogada, consideré que todos los demás lo estuvieran. se me ocurrió intentar hablar para ver si yo también podía hablar ese idioma o si me contestaban en mi idioma o en el suyo. preguntaré la hora, el nombre de la calle, pensé. intenté hablar y no pude hacerlo. como cuando se te sube el muerto y no te puedes mover, se me trepó el muerto al lenguaje y no podía hablar. podía moverme, pero no hablar. no podía abrir la boca. de hecho mi cuerpo no estaba haciendo ningún intento por comunicar nada. mi cerebro ordenaba: mueve las manos, tócate la cara, y todo bien. pero cuando mi cerebro ordenaba que dijera algo, que abriera la boca, era como si mi cuerpo se sordeara, como si no hubiese notado ese comando. no pasaba nada. ya todo me estaba dando vueltas. ya no sabía si era yo la que estaba inventando mi lenguaje, si eran los demás los que no iban a poder comprender esas palabras que yo estaba pensando, la manera en la que estaba pensando. que tal si el idioma falso era el mío, que tal si me acababa de dar cuenta de que el balbuceo era de hecho un idioma legítimo y el español que yo estaba pensando había sido mi imaginación toda mi vida. eso explicaría muchas cosas. las miradas raras, los malentendidos, todas las veces que alguien llegó tarde a una cita conmigo, había sido yo la que no se había dado a entender. me quería morir. tal vez sí morí un poco. cerré los ojos y al abrirlos todo había vuelto a la normalidad. la gente le decía gracias al chofer. la señora seguía teniendo la voz rara. mis manos, sobre mi regazo, temblaban. ya nada más quiero llegar a casa, pensé.




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